Últimamente no hago más que preguntarme por qué muchas mujeres que quieren un parto natural (cuando digo “natural” me refiero a que no haya ninguna intervención médica, ni siquiera la epidural) acaban pariendo con la epidural o por cesárea con lo que el grado de satisfacción respecto del parto es bajísimo. Obviamente son muchos los factores que pueden influir en el resultado final, pero creo que hay un par de cosas que, seguro, pueden ayudar a que se gire la tortilla.
Cuando yo me quedé embarazada (hace ya doce años) mi pareja y yo teníamos clarísimo que queríamos que nuestra hija naciera en casa. Parir en casa implicaba no disponer de anestesia epidural. Y a pesar de todos los inputs negativos que nos llegaban al respecto (“qué tonta, ¡para qué quieres sufrir!!”, “¿estáis seguros?, ¡es muy peligroso!!”, etc.) yo SABÍA (y lo pongo en mayúsculas) que el parto es un proceso natural y que viene dándose desde que existimos y que el lugar donde yo me iba a sentir segura era mi casa. Me imaginaba pariendo en un hospital y casi me daba ansiedad. Para mí, estaba muy claro… Así pues, nos apuntamos a un curso de preparación al parto en un centro privado enfocado al parto natural.
De este curso, prácticamente lo único que saqué en claro fue: “Tú no te preocupes, cuando llegue el momento de parir, tu cuerpo, que es muy sabio, sabrá lo que tiene que hacer, él solo sabrá cómo tiene que moverse, cómo respirar, cómo aliviarse del dolor (si existe)”.
Y yo, que nunca antes había parido ni había trabajado con embarazadas, me lo creí.
Llegó el día del parto… antes que nada quiero expresar aquí que el parto de mi hija fue maravilloso y la experiencia más increíble que jamás haya vivido… …pero tengo que reconocer que yo no supe qué hacer ni cómo respirar.
Estuve veintiséis horas de parto, de las cuales estuve unas cuantas hiperventilándome. Y a punto estuve de irme al hospital porque no aguantaba más el dolor. Llamé a mi comadrona (que iba y venía de su casa porque yo no dilataba ni a la de tres) y me instó a que aguantara, que el bebé (después de auscultarlo) estaba perfecto, que si había llegado hasta aquí que no tirara la toalla… me parece que nunca le dije lo muy agradecida que siempre le estaré, porque gracias a ella, a sus palabras y a su templanza y calidez, aguanté. Me dijo que respirara de una manera concreta y a partir de ahí, la historia cambió. Las contracciones ya no me dolían, incluso entre contracción y contracción me dormía y dilaté en un periquete lo que no había dilatado en muchísimas horas. El expulsivo duró apenas quince minutos. Mi hija ya estaba aquí…
Pasados los años, reflexionando, mis expectativas respecto del parto se cumplieron a medias: yo me lo imaginé apenas sin dolor y me imaginé a mí misma pariendo de cuclillas (porque me habían dicho que esa postura era la mejor). La realidad fue que pasé el dolor más grande de mi vida (aunque lo volvería a repetir si hiciera falta porque a la vez me sentí más viva que nunca) y que parí de lado, estirada en la cama (porque probé la posición de cuclillas en el expulsivo y me hizo un daño horroroso).
A pesar de que durante el curso preparto no me dieron toda la información que en realidad hubiera necesitado y de que mis expectativas no se cumplieron cien por cien, mi satisfacción fue muy alta porque acabé pariendo en casa, sin anestesia, muy consciente y activamente, junto a la gente que quería. Tuve suerte (y una buena comadrona y un mejor compañero).
Lo que he sacado en claro de mi experiencia (y creo que se podría extrapolar a otras mujeres) es que es un error que en los cursos de preparación al parto te digan que el instinto nos guiará, que nuestro cuerpo sabrá lo que hacer, que nuestra respiración fluirá. Sí, internamente, el cuerpo está preparadísimo, sabe qué hacer en cada momento, qué hormonas secretar, qué canales abrir, pero eso no quiere decir que externamente sepamos qué tenemos que hacer.
Evidentemente sería genial que todas las mujeres estuviéramos conectadísimas con nuestra esencia y ancestros, que pudiéramos parir sin miedos y seguras de nosotras mismas y, aunque sé que muchas mujeres sí lo están (mi experiencia me lo demuestra), muchas otras no y miedos, temores o traumas pueden frenar el proceso fisiológico por excelencia.
Por eso, para que cada vez más mujeres se sientan satisfechas con la experiencia del parto, creo firmemente que los profesionales tenemos que ser muy realistas y dar información veraz. Explicar qué ocurrirá durante el parto, cuáles son sus fases, cuánto tiempo pueden durar las contracciones, cómo se pueden sentir emocionalmente, explicarles que a lo mejor aparece el dolor (o a lo mejor no) y que si aparece puede que sea muy, muy, muy doloroso, que existen recursos naturales para calmarlo o mitigarlo…
Es importante también que las mujeres expresen sus expectativas respecto del parto y del personal sanitario que les atenderá. Muchísimas veces expectativas y experiencias difieren notablemente.
Muchos estudios científicos señalan que la preparación preparto tendría que asegurar una adecuada aproximación a lo que ocurrirá durante el parto para limitar el desajuste entre las expectativas y experiencias y para potenciar una mayor satisfacción global. Es importante evitar expectativas no realistas.
A todo esto hay que añadir que igual de importante es la atención que ofrecemos el personal sanitario a la parturienta. Porque no vale ser muy apto, profesionalmente hablando, pero olvidarse la empatía en la taquilla. Si no damos una atención cálida, no explicamos qué intervenciones vamos a realizar o las explicamos de mala manera o no tenemos en cuenta los sentimientos de la mujer (y de la pareja), muy probablemente el grado de satisfacción será ínfimo porque muchas de sus expectativas no se habrán cumplido. La satisfacción de la mujer a la hora de parir no viene dada solamente porque el dolor sea aliviado, sino que también viene de que se sienta que participa de forma activa en su parto, de que el cuidado que le brindan sea de calidad y de sentir que tiene el control en la toma de decisiones (1).
No creo que haya un sitio mejor o peor para parir, o que la epidural sea mejor o peor. Siempre he dicho que el mejor lugar para dar a luz es aquél donde la mujer se sienta segura. Pero está claro que las expectativas han de ser realistas, que no somos indígenas que vivimos en contacto con la naturaleza y andamos todo el día con los pies descalzos y tocando la tierra. Nuestra manera de vivir difiere muchísimo…
A lo mejor a las embarazadas les iría muy bien caminar descalzas por el bosque de vez en cuando y ponerse de cuclillas cada día un ratito (¡si no tienen hemorroides!!!) para estar más cerca de la Tierra. Y hacer danza o esferodinamia o cualquier otra técnica que favorezca la conexión con su cuerpo, con su pelvis, con su suelo pélvico, con su bebé.
El parto natural es posible (y maravilloso) pero requiere CONCIENCIA por parte de la mujer y por parte del equipo sanitario y éste, además, debe dar información veraz, calidez y empatía. Trabajando conjuntamente se pueden lograr muchas cosas.
(1) Lally JE, Murtagh MJ, Macphail S, Thomson R. More in hope than expectation: a systematic
review of women´s expectations and experience of pain relief in labour. BMC medicine
2008;6:7.
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