Me llamo Aymará y hace más de 20 años que empecé mi camino en el mundo de la salud y lo hice a través del shiatsu. Esta técnica japonesa y su filosofía me abrieron las puertas para ver al ser humano como a un todo, entenderlo en su globalidad y no “diseccionarlo” en sus partes; comprendí que existe la capacidad de autocuración y que el/la terapeuta es un mero canal para que esta sanación ocurra; que tenemos responsabilidad en lo que nos ocurre y, por tanto, está en nuestra mano modificarlo. Entendí que todo está relacionado y que cuerpo, mente y espíritu no pueden tratarse por separado: el cuadro debe mirarse en su conjunto y no pigmento a pigmento.
Una vez entras en este apasionante mundo de entender cómo funcionamos las personas y cómo a través de diferentes técnicas podemos influir en la salud, ya no puedes salir de él, y lo que quieres es seguir aprendiendo y aumentar conocimiento. Después del shiatsu me formé en reflexología podal y drenaje linfático manual.

El saber que desde que existimos hemos parido (y los bebés nacido), el hecho de haber estudiado shiatsu, con todas sus enseñanzas y herramientas y la confianza que me había aportado la danza oriental a nivel corporal (durante diez años practiqué este tipo de baile, técnica que ayuda a conocer tu cuerpo, a desbloquearlo y a tomar conciencia corporal), hicieron que mi decisión fuera clara respecto a mi parto: lo haría en casa. Así lo hice y es la experiencia de mayor trascendencia que jamás he vivido y la que me ha aportado mayor conocimiento sobre mí misma. Una cosa lleva a la otra: un año después de mi parto una buena amiga, que también iba a parir en casa, me pidió que la acompañara en el suyo (acepté encantada!). Ver trabajar a la comadrona, con su sabiduría y serenidad,  poder colaborar en ese momento único y, sobretodo, sentir el poder de la mujer cuando está pariendo, fue como una iluminación y decidí, en ese instante, que una parte de mi camino tenía que ser el de acompañar a las mujeres en el momento del embarazo y el parto. Estudié la carrera de enfermería y durante unos años estuve trabajando en sala de partos y después en la planta de materno infantil. Fueron unos años intensos y llenos de aprendizaje.

El tiempo pasó y en el 2012 dejé atrás el trabajo en el hospital para montar un centro de salud donde poder dar todo lo que sabía en un mismo espacio. Durante esos años me seguí formando, pero en esta ocasión me adentré en la parte corporal, porque era consciente que, el cuerpo, nuestra estructura,  es el vehículo que nos acompañará toda la vida y que tratarlo con conciencia nos permitirá vivir con mayor calidad.
Me formé en esferodinamia para embarazadas, qigong para la mujer, pilates y LPF (hipopresivos). Técnicas muy diferentes las unas de las otras, pero que todas son útiles dependiendo del momento vital en el que se encuentre la persona.

Las ganas de estudiar siempre están… como las de compartir todo lo que sé.






 

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